domingo, 14 de diciembre de 2008

Yantai.

La semana pasada me tocó pasearme por la costa china en la provincia de Shandong visitando fábricas y luego, aprovechando que me quedaba cerca, visité Beijing y le presenté mis (más bien escasos) respetos al bueno de Mao.

Shanghai es una ciudad increíble, divertida, moderna y en ciertos aspectos, muy representativa de lo que es China en realidad. Aspectos estos que no son los que se ven a primera vista, si no los que se van descubriendo después de sumergirse en sus calles, conocer a sus pobladores y fijarse detenidamente en sus costumbres y sus formas.

Así pues, alguien que viaje a China unos días y solo visite Shanghai no tendrá una visión demasiado clara ni real de lo que es y de cómo es este país. Hasta que uno no se pasea por otras ciudades y pueblos no empieza a entender la naturaleza de sus gentes, la infinita variedad de matices y, a pesar de que casi todos comparten infinitos rasgos, las enormes diferencias que existen entre los diferentes habitantes de China.

Mi primer destino fue Yantai, ciudad costera y principal puerto pesquero de la provincia de Shandong. Con una antigüedad de más de 10.000 años, su nombre significa Montículo Humeante, ya que en la antigüedad se colocaban fuegos a modo de faros en sus montañas para guiar a los barcos.

Tiene mas de 900km de costa y unos 5 millones de habitantes, así que es una ciudad en toda regla y enorme, pero no tienes esa impresión cuando sales de su anticuado (pero efectivísimo aeropuerto), ya que te encuentras en medio de un paraje desolado, sin apenas coches, aparte de los de un grupo de taxistas despeinados y mal afeitados con sus trajes arrugados y llenos de polvo, que esperan a posibles clientes mientras fuman y hablan sin cesar.




Un par de autobuses recogen a la mayoría de viajeros chinos, mientras que los taxistas tienen que pelearse por conseguir a los posibles clientes Occidentales del avión. Bueno, al menos eso es lo que uno creería, pero no. No hacen el mas mínimo esfuerzo por captar tu atención o por acercarse a ti y recogerte. Simplemente siguen fumando y hablando y si te interesan sus servicios, pues ya te acercarás.

Mientras regateas con ellos ponen cara de tener dos millones de cosas mejores que hacer que ganar dinero contigo, así que al final, desesperado, aceptas el precio que te dicen sin romperte la cabeza. Total, vas a pagar 20 euros por una hora en taxi.

El taxista abre el maletero y ves que la mitad de este lo ocupa una gigantesca bombona de gas natural que es lo que realmente propulsa al coche. Toda la instalación parece una chapuza y tiene un aspecto lamentable, así que empiezas a pensar en las posibilidades de que todo estalle en mil pedazos, tú incluido.

En china tienen una obsesión con la seguridad muy jevi. Todos los apartamentos tienen doble puerta blindada, la mayoría de pisos bajos están protegidos con barrotes, cierran todas las puertas a cal y canto etc. Será algo que viene del pasado por que lo que es ahora, la sensación de seguridad ronda el 100% (al menos para los que no nos dedicamos a hablar del Tibet o de cosas parecidas claro.). Así que es curioso que se tomen tantas molestias, como los taxistas de Yantai, que montan unos armatostes de hierro increíbles detrás de sus asientos para evitar posibles ataques de sus pasajeros. La verdad es que parece mas el cabecero de una cama antigua que otra cosa, y un poco como en las películas malas o en los dibujos animados, los barrotes están tan separados que uno puede meter la mano por en medio sin ningún problema.




Una vez en ruta, el paisaje no es especialmente encantador ni espectacular. Quilómetros y quilómetros de autopistas bien asfaltadas y acondicionadas, pero con apenas coches circulando por ellas. (Rollo Andalucía o Extremadura, solo que en China SI hay peajes.).




De vez en cuando aparecen pequeños poblados de campesinos con docenas de casas exactamente iguales pegadas unas con otras. Todas con sus tejados de faldas curvadas y tejas esmaltadas y sus anchas puertas con el marco superior grueso y en forma de T.


La vegetación mas bien seca y algo árida, de colores muy grises y apagados debido a la polución y la lluvia acida no es algo demasiado bonito, pero uno no puede dejar de impresionarse por la enormidad de la zona, que se extiende y se extiende invariablemente durante cientos de quilómetros sin ningún atisbo de cambio.

Zonas industriales desvencijadas y semi abandonadas se alternan con pueblos o ciudades masificados con miles de carteles luminosos, docenas de restaurantes, tiendas y comercios que se agolpan en interminables y rectas calles sin apenas aceras, como modernos y orientales pueblos del oeste.

Al rato fuimos acercándonos al centro de la ciudad, presidida a un lado por una inmensa y humeante central térmica con 6 turbinas gigantescas decoradas con paisajes de verdes praderas, un cielo azul y pájaros revoloteantes. No se por que el gobierno chino se empeña en vender la moto de las centrales térmicas de carbón como “energía limpia”.

Es como cuando los de Mcdonalds se empeñan en hacernos creer que su comida es sana y nutritiva. Todos sabemos que es una puta mierda, pero nos encanta, así que no hace falta que nos cuenten milongas. Yo de hecho, como menos en Mcdonalds desde que intentan hacerme creer que es la hostia de sano. Pues con las centrales estas igual. El cielo esta que da asco verlo y la lluvia acida se lo carga todo, pero coño, la energía en este país vale 4 duros y llega a todas partes, así que VIVA EL CARBON!

Por el otro lado, alzándose majestuosa (cuando escribes, todas las cosas se alzan majestuosas, que lo sepáis.) encima de una montaña está la pagoda de Penglai, de 7 pisos y que desde lejos parece un repetidor de televisión.

Enfilamos por una anchísima calle y los neones, Mcdonalds, hoteles y otras cosas de carácter más occidental fueron apareciendo hasta que llegamos a nuestro destino.




Check In, cena con unos proveedores y a la cama.

Curioso que en el baño del hotel tienes una cestita con condones, espermicida, vagilimpias etc.

Esta vez no recibí ninguna llamada a altas horas de la noche ofreciéndome servicios “especiales”. (La última vez sí.).

foto de tigazzo en 7/12/08

Por la mañana, los amigotes de la factory vinieron a buscarnos para visitar su fábrica y nos pasearon por una carretera que se extiende justo al lado de la playa y del mar durante quilómetros y quilómetros. El mar de Bohai estaba embravecido por un fuerte viento y las olas rompían con fuerza en la arena o en las rocas bajo la superficie.

A lo largo del paseo marítimo iban apareciendo las siluetas de pescadores y abuelos que paseaban sin rumbo y sin prisa por la arena o sumergiendo los pies en el agua, mientras al otro lado, los edificios de tipo colonial y con el típico y triste aspecto de todos los edificios destinados al ocio veraniego en invierno, vacíos y sin luz, con el recuerdo de las imágenes de la gente proyectándose tenuemente en sus fachadas y los sonidos del bullicio estival aún resonando en sus paredes.


De vez en cuando estos edificios señoriales eran substituidos por modernos complejos de ocio, formados por inmensos rascacielos y centros comerciales, igualmente apagados y vacíos o en algunos casos, aún en construcción.

Después de visitar la fábrica comimos con otros proveedores, nos llevaron al aeropuerto en medio de una copiosa nevada y volvimos a Shanghai.

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