jueves, 27 de noviembre de 2008

Cosas de Chinos.

Mi primera semana en Shanghai fue algo durilla. Estar solo tan lejos de casa en un sitio donde es casi imposible entenderse con la gran mayoría de la gente, donde el acto mas cotidiano y banal se convierte en toda una odisea no es algo fácil. Pero también es algo apasionante y emocionante. Aprender a desenvolverse, empezar a conocer gente, descubrir cosas completamente nuevas etc.

Y así estoy yo hasta el momento, descubriendo, aprendiendo, adaptándome y conociendo gente nueva todo el día.

Con el que más me relaciono ahora mismo es con mi compañero de piso Bryan, un americano de L.A. (creo que su casa esta ardiendo ahora mismo). Me gusta el tipo por que no es una carcoma ni un plomo y siempre que le propongo ir a cenar, o salir, o lo que sea me responde con su: Yeah! I´m up to that! Además se defiende en chino y tiene doce millones de amigos repartidos por Shanghai. Amigos que ni el sabía que están por aquí pero que no para de encontrarse en todas partes.

Yo por mi parte también he hecho algunos conocidos, como el amigo de los dos españoles que conocí en el aeropuerto, que muy amablemente me invitó a una cena con otros amigos suyos muy majos con los que terminé de pedo por la mitad de las discotecas de Shanghai.

Pero vamos, que cada día conozco a gente de todas partes, Israelíes puteros chiflados (este promete), Italianos ex raveros locos, mejicanos, yankees de todas partes razas y colores, chinas tremendas con acento de canarias, holandeses marrulleros etc.

Eso si, no se por qué pero los chino-americanos me caen fatal. Intentaré profundizar en este tema otro día.

Voy a pasar a relataros alguna serie de curiosidades de la idiosincrasia chinaca:

Escupen por todas partes y a todas horas es cierto. No tienen ningún tipo de miramiento ni vergüenza y como más ruidoso, espeso y flemático sea el escupitajo, mejor.
La elaboración del esputo es una tarea ardua y laboriosa que los chinos asumen con un estoicismo encomiable, y hasta se diría que con cierta oscura fruición. Empiezan amasando una copiosa cantidad de saliva en la boca para reducir la fricción del proyectil con los labios y la lengua, luego empiezan a regurgitar hasta la primera papilla con un sonido que parece como si alguien hubiera puesto un montón de canicas en un cubo lleno de blandi blup y lo agitara como una coctelera. El siguiente paso es inhalar unos 9000 m3 de aire que al expulsarlo empujará el amasijo de mocos, saliva y mierda acumulada en los pulmones por la polución y los siete millones de cigarrillos que se fuman al día. Como ya he dicho, tanto durante el regurgitamiento del esputo como durante la expulsión del mismo, la clave está en hacer el mayor ruido posible, y ahí es donde esta el partido amigos, ahí es donde el chino se gana el honor y la excelencia.

Da igual que vayas con el iPod escuchando a Extreme Noise Terror a toda tralla, nada en este mundo puede ocultar el sonido de un gargajo chino, y menos cuando estos se producen constantemente y a escasos centímetros de tu oreja.
Además, en china par algunas cosas son muy suyos y todos hacen lo que les da la gana sin importarles quién o qué tienen al lado. Es decir, que si el tipo quiere escupir, escupirá, y si eres tan imbecil de meterte en medio de la trayectoria del escupitajo, te escupirán encima. El que escupe tiene muchas otras cosas que pensar que en si le va a dar a alguien.
Igual que el que conduce un motocarro de tres ruedas por la acera, repleto de cajas y demás mierda, tiene otras cosas en las que pensar que en si te vas a apartar o no, en si realmente tienes tiempo o sitio material para apartarte, o ni siquiera en preocuparse por si le has visto, vas de espaldas, o vas con el iPod. Su preocupación es llegar no se sabe donde a hacer no se sabe qué así que mas vale que te apartes. Lo mismo se aplica a semáforos, pasos de peatones y cualquier espacio por donde un vehiculo o cosa mayor que tú circule.

Esta jocosa y divertidísima actitud de los chinos (la risa vamos) me crea no pocos conflictos cada día que pongo un pié en la calle, pues los chinos batallan cada centímetro de la acera con una fiereza y una tenacidad acojonantes. Que no se apartan ni a la de tres vamos. No se si es orgullo o mala educación, las dos cosas o es que simplemente son así y no hay que darle mas vueltas, pero es un coñazo. Y si a eso le sumas una serie de obstáculos como aceras en obras, motos y bicis y cajas aparcadas de cualquier manera, la cosa se vuelve desesperante.

Los chinos tienen un sentido del orden muy muy raro. Por ejemplo, las colas generalmente se las pasan por el forro. Puedes estar justo delante del mostrador que un chino alarga la mano y se te cuela sin ningún tipo de problema, y lo que es peor, la persona de detrás del mostrador le atenderá a el también sin problema. Cuanto mas tarde puedan atenderte mejor, solo que les vas a dar dolor de cabeza con tu lamentable nivel de chino o hablando en inglés o pidiendo cosas raras.

Pero luego, sorprendentemente hacen unas colas inmaculadas y perfectas para otras cosas.
Yo he llegado a la conclusión de que si no hay una cola formada, entonces campi qui pugui, a saco, sin piedad. Pero si la cola ya está formada y consta de varios miembros, luego la respetan.
Eso si, entrar o salir del metro, de un ascensor, de un edificio/local etc. es siempre una odisea. Además tienen una obsesión con optimizar el tiempo increíble. En los ascensores se suben a toda pastilla y le dan al botón de cerrar la puerta inmediatamente. Cuando faltan 8293 pisos para llegar al que se bajan ya se pegan a la puerta, pero pegados, y antes de que se abra ya se están apretando. A la que la puerta se abre ni que sea un centímetro ellos ya tienen medio cuerpo fuera y antes de que se abra del todo ya han salido todos. Bueno, eso si no hay gente intentando entrar, luego la cosa se convierte en una batalla campal de dimensiones épicas, que se salda con multitud de heridos y algunas muertes. Luego, siempre hay alguno que se queda junto a los botones del ascensor para que justo en el preciso instante que la última persona haya salido/entrado le dan al botón de cerrar la puerta, no sea que malgasten un segundo de su vida. Lo peor de todo es que no creo que esto sea una muestra de efectividad ni de ganas de trabajar y aprovechar el tiempo. Esto de los japoneses me lo creería. Pero en el caso de los chinos creo que básicamente se resume con la expresión: MARICA EL ÚLTIMO.

Otra cosa curiosa son los trabajadores de las múltiples obras, electricistas, mecánicos etc. Van todos en traje. Un tipo colgando de un andamio de bambú, a 300 metros de altura, sin atar, con casco, pegándole martillazos a algo y con traje. Su americana, sus pantalones de pinzas etc. Por que semejante gilipolléz? Por que no van con un confortable y practico mono de trabajo? Por orgullo. Por que creen que el traje les dignifica. Bien.

Otro sitio divertido son los pasos de peatones. Las calles en Shanghai suelen ser bastante grandes y con un tráfico infernal, y entre que la gente se salta los semáforos, que hay veinte millones de personas cruzando, que si giras a la derecha realmente puedes saltarte el semáforo etc, lo de cruzar la calle se convierte en un acto de vida o muerte. Por eso las autoridades han decidido plantar a una persona en cada cruce mas o menos conflictivo, encargada de hacer cumplir el orden y las normas de tráfico.

Pero los chinos, que esto de que les mande un mindundi cualquiera no lo llevan muy bien, suelen hacer caso omiso y cruzan cuando les da la gana, cosa que irrita de mala manera al vigilante de turno, que hace sonar su silbato con furia mientras gesticula como un loco hasta que el rebelde de turno vuelve a la acera. O no. Lo mismo pasa con motoristas y ciclistas con demasiada prisa como para detenerse en un estupido semáforo. Encantador.

Los baños también son un sitio encantador donde enamorarse de las costumbres chinas.

Tirar de la cadena no es precisamente una obsesión china, ni dejar los baños limpios, ni nada que se le parezca. Aparte de que su falta de pudor les permite mirarte el pito todo lo que quieran, hablarte o decirte tonterías, ponerse a limpiar el baño mientras meas, o cagar a tu lado como si fuera el fin de los días sin despeinarse.

Siguiendo con esta serie de agradabilísimas peculiaridades chinas (por supuesto tienen infinitas cosas buenas e increíbles, pero hoy me dedico a lo disgusting) está su obsesión por los pelazos. Ya sean ellos o ¡oh no, ellas!

Esta obsesión hace que ellos se dejen crecer los pelos de las pecas hasta el infinito y mas allá, pues es símbolo de sabiduría y de buena suerte. En ellas hace que muchas luzcan unos bigotes esplendidos y de todos los estilos, desde el clásico modelo “cantinflas”, pasando por el siempre elegante “caminillo de hormigas” o los modelos mas atrevidos pero no por ello menos populares como el nunca perecedero “a contraluz parece el lomo de un puerco espín”. Muchas de ellas también suelen lucir unas sobaqueras tupidísimas y negruzcas como una noche sin luna. Que bien eh?

Otra cosa que les encanta a ellas es desenredarse el pelo en el baño, dejando todos los pelos descartados encima de cualquier superficie, preferiblemente blanca para que así el poder del contraste entre la cerámica y los pelos negros sea más efectivo.

Después de todas estas cerdadas que os he contado, luego uno no entiende por qué cuando entras en casa de alguien te hacen descalzarte, no sea que les ensucies el suelo. Cosas de chinos…

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