martes, 20 de enero de 2009

Harbin

Capital de la provincia de Heilongjiang al nordeste de China, con 9 millones de habitantes y a pocas horas de Rusia; de hecho la ciudad moderna nació durante la creación de una línea de ferrocarril de Dalian a Vladivostok. Ciudad con una marcada influencia e inmigración Rusa y lo mas importante, un frió de cojones.

Que se me ha perdido en Harbin os preguntareis. Pues después de ir: dos dedos, una oreja y las ganas de volver, pero antes de ir lo que nos llamó la atención fue el festival internacional de hielo que ahí se celebra, uno de los mas importantes del mundo. (Bueno, todo lo importante que puede ser un festival de hielo claro).

Como gracias a la tecnología moderna ya sabíamos que en Harbin la temperatura rondaba los -20 grados, los días anteriores a nuestra partida fuimos a comprar ropa y equipamiento para afrontar tan agradable clima. En el copy market me compré una chaqueta de plumas Canada Goose por 15 euros (ligeramente más barata que la original que vale 400), un gorro Quicksilver, unos calcetines de lana y unos guantes de lana con forro. En el Decathlon me compré unas mallas de licra, botas de montaña, camisetas térmicas y un jersey paravientos. (Ya os adelanto que a pesar de todo esto, pase frío).

Salimos de Shanghai el viernes por la tarde y después de unas tres horas de vuelo aterrizamos en Harbin. Ahí nos esperaba una amiga de Bryan, con un coche+chofer que había alquilado y nos llevó al hotel.

Por suerte justo ese fin de semana habían subido un poco las temperaturas, pasando de una media de menos 30 grados a unos muchísimo-mas-confortables-donde-vas-a-parar menos 20 grados, así que la cosa era relativamente soportable.

De camino al hotel disfrutamos de un paisaje que me recordaba a Fargo, carreteras largas y oscuras con nieve a los lados y los coches desprendiendo un espeso vapor desde sus tubos de escape. Al rato llegamos a la ciudad y su aspecto era fantasmal. Ni un alma en la calle, poquísimo tráfico y las luces apagadas (eran las 11 de la noche.) De vez en cuando aparecían algunas esculturas o edificaciones en hielo, algunas de ellas bastante imponentes pero que parecían desangeladas y abandonadas sin luz y en medio de esa ciudad de aspecto tétrico. Al llegar al hotel la cosa no mejoró mucho, pues este se encontraba en una penumbra total, con el rotulo apagado al igual que las luces de dentro. Solo un chino dormido en un sofá del hall daba cuenta de que realmente estaba abierto.

Las habitaciones eran sencillas y pequeñas pero calientes y suficientes. Nos abrigamos más y fuimos a investigar la ciudad. Milagrosamente teníamos un taxi fuera del hotel, le preguntamos por algún sitio donde tomar algo y nos llevó a un bar/club cercano.

Dicho club tenía un aspecto bastante feo desde fuera, pero hacía tanto frío que entramos igualmente bajando unas escaleras donde la música empezaba a sonar atronadoramente.

Dentro, 3948984 mil camareros y como mucho 8 clientes: Dos chicas bailando en un podium y un grupo de extranjeros tomando copas en una mesa.

Nos sentamos en otra mesa y pedimos unas cervezas pero para nuestra decepción no tenían la típica cerveza de Harbin. Lastima.

Al rato llegaron un grupo de catalanes que ya sabía que también corrían por Harbin (básicamente por que vinimos en el mismo avión), nos sentamos en una mesa más grande y empezamos a pedir botellas de güisqui. Nos agarramos una buena para quitarnos el frío de encima y empezamos a hablar con los camareros, a cantarles canciones chinas como NI SHI WO DE MEI GUI!
NI SHI WO DE HUA! U otro clásico indiscutible de la lírica oriental como BEIJING HUAN YING NI…Jugamos a billar, reímos, hicimos fotos y nos bebimos dos botellas mas de güisqui.



A eso de las 6 de la noche, con una moña muy considerable y después de ventilarnos como 4 bandejas de fruta de esas que te traen los chinos cuando pides mucha bebida, decidimos que ya era hora de plegar velas y nos fuimos a dormir.
Solo matizar que durante casi toda la noche fuimos los únicos clientes del lugar.

El plan para el día siguiente era ir a esquiar un poco, pero con la resaca y tal no hubo narices, así que nos fuimos a pasear por la ciudad que por la mañana y a pesar de hacer un frío muy salvaje, ofrecía un aspecto completamente diferente al de la noche anterior. Calles atestadas de gente, un tráfico horroroso, ruido, vendedores callejeros, comida ambulante, negocios por todas partes etc. Después de un buen rato conseguimos coger un taxi, cosa bastante complicada en esta ciudad y nos llevó hasta el río. Por el camino empezamos a ver algunas muestras de la influencia rusa, sobretodo en la arquitectura y especialmente con la preciosa iglesia de Santa Sofía que desgraciadamente solo pude contemplar desde el taxi.
Resulta que los chinos creían que esta iglesia alteraba el feng sui de Harbin, así que para contrarrestar, construyeron el templo budista de Ji Le.

(Este no soy yo, es Gil, pero es que no tengo fotos chulas de la mierda esta :P)


El taxista nos dejó en una plaza enfrente del río, con una estatua de Mao, o Lenin o Hitler o algún hijo de puta se estos y construcciones de hielo por todas partes. En la orilla, había un castillo de hielo gigante con un tobogán de unos 200 metros de largo que daba al helado río, donde estaban dispuestas diferentes atracciones como carros tirados por caballos, motos de nieve, una pista de hielo, trineos tirados por perros, buggys etc.



El ancho río helado se extendía a cada lado hasta donde alcanzaba la vista, ofreciendo un paisaje imponente con cierto aire de desolación debido al riguroso clima.

A lo lejos se podía ver el teleférico que une la ciudad con la isla del Sol o Taiyang Dao, nombre con el que se conoce a la otra orilla del río y lugar donde se celebra el festival de hielo.

Nos tiramos por el tobogán en un trineo oxidado y desvencijado alcanzando una considerable velocidad. Luego nos montamos en una carroza tirada por caballos y seguimos paseando por el lugar.

Con el frío metido en el cuerpo nos dirigimos a Zhongyang Dajie o Central Street, la calle peatonal mas larga de toda Asia. En esta calle es donde se encuentran la mayoría de edificios de arquitectura rusa y cada diez metros, a los dos lados, había fascinantes esculturas de hielo en las más diversas formas.

Después de calentarnos un poco en una cafetería seguimos andando por la calle, repleta de tiendas de regalos rusas, mcdonalds, centros comerciales y demás mierda occidental, así como paradas de comida chino-rusa, como una especie de fabada y las famosas salchichas de Harbin, una de las cosas con más mal aspecto y peor olor que he visto en mi vida. Parecidas a pollas de viejo arrugadas, es un manjar apreciadísimo en toda china. Yo no puedo mas que CAGARME en ellas muy exagerado.

Seguimos andando hasta el final de la calle buscando, sin éxito, la iglesia de Santa Sofía. Muertos de frío decidimos que era hora de volver al hotel, donde echamos una cabezadita y esperamos a Josh, el primo de Bryan, que llegara del aeropuerto.

La idea era ir por la tarde al Tiger Park, la mayor reserva de tigres siberianos del mundo, pero se nos hizo tarde así que fuimos directamente al Ice Festival y dejamos lo de los tigres para la mañana siguiente.

Para ir hasta ahí tuvimos que esperar como una hora hasta encontrar un maldito taxi libre, además en Harbin los taxistas son unos chanchulleros. Llevan a un pasajero chino delante y cuando te ven paran y te preguntan donde vas, si queda más o menos cerca de donde va el chino, te llevan y así le estás pagando medio viaje al chino de marras. O directamente te dicen que no les da la gana llevarte a tal sitio, o incluso ni siquiera se paran. Unos hijosdeputa. Así que cuando conseguimos un taxi negociamos con el un precio para tenerlo a nuestro servicio dos días seguidos. Después de un buen rato de negociaciones quedamos que le pagaríamos unos 700RMB (70 euros por una tarde y un día, con 3 viajes al aeropuerto incluidos.).
Se puede conseguir mas barato, pero con el frío que hacía ya nos iba bien.

Finalmente llegamos al Ice Fest, un enorme recinto al aire libre, delimitado por una muralla china hecha en hielo y repleto de reproducciones de edificios famosos en hielo. Todo iluminado con miles de neones y luces dentro del hielo, formando un panorama de fantasía ciertamente hortera pero increíblemente bonito y fascinante. China es así.



Las edificaciones eran espectaculares y gigantescas, repletas de detalles, recovecos y luz. Algunas tenían divertidísimos toboganes, escaleras, túneles, pasadizos, terrazas, etc.

Catedrales, iglesias, palacios, castillos, templos, pagodas etc. decenas de edificios de hielo por todas partes junto a pistas de patinaje, cafeterías y tiendas de souvenirs. Un verdadero festival de hielo. La verdad es que vale la pena visitarlo, es realmente bonito e impresionante.



Después de dos horas de dar vueltas por el lugar y de tirarnos por todos los toboganes como niños pequeños decidimos que ya era suficiente y nos fuimos a cenar.



Decidimos ir a cenar al Ice restaurant del hotel Shangai-la, donde sirven comida Hot Pot dentro de un iglú. El restaurante está dentro mismo del hotel, tras una puerta rollo nevera industrial y es realmente curioso, tiene un bar de hielo y unas 5 o 6 mesas dentro de iglúes. El problema es que, evidentemente, hacía un frío considerable y nos dio pereza así que fuimos al Central Street a comer a un restaurante ruso muy pequeñito y cuco, donde comimos una deliciosa sopa de verduras, hamburguesas rusas y otros platos bastante suculentos. Todo regado con la deliciosa Harbin beer, considerablemente mas buena que las algo sosas Tsingtao o Suntori.

Después de cenar fuimos al famoso USA Bucks COFEE, un bar tipo “cabaña en la montaña” donde hacen un café irlandés flameado delicioso. Luego vinieron los catalanes, o the Spanish Armada como les llama Bryan y nos fuimos de parranda.

Nos subimos a un taxi y le dejamos que eligiera el antro que le diera la gana.

El sitio elegido por nuestro querido taxista fue el Assad Club, un local de techno marrullero bastante vacío, con un público compuesto 100% por chinos y unas gogos que bailaban como solo las gogos chinas son capaces de bailar: MAL, DESCOMPASADAMENTE, Y SIN GANAS.

En la entrada había este simpático cartel que hacía que te preguntaras que tipo de gente visitaba ese tugurio.


Nos sentamos en una mesa y pedimos una botella de güisqui mientras admirábamos la gracilidad y fluidez de movimientos de las gogos y a LOS GOGOS, que también había, y sobretodo a un chino gordo sin camiseta y con los calzoncillos hasta los sobacos que llevaba una torta descomunal y bailaba en un podium mientras se acariciaba el cuerpo, igualito que Peeter Griffin en ese capituloen el que toma éxtasis.

Después de ventilarnos una botella, hacernos 500 fotos ridiculas, volver a cantar con los camareros y pedir otra botella, cerraron el local. Bien.

Como teníamos una botella entera aún, nos quedamos ahí bebiendo, sin música, con las luces abiertas, mientras los 938374 mil empleados del lugar se iban apalancando a nuestro alrededor esperando a que termináramos, pero sin echarnos y empezamos a hablar con ellos, volvimos a cantar y tal y pascual.
En una de mis constantes visitas al baño ya que el CHIVAS chino aparte de falso, es muy diurético, fui testigo de una preciosa e inolvidable escena representativa de la famosísima y envidiada en el mundo entero pulcritud china:

Una tipa fregando los meaderos, hasta aquí todo bien, un trabajo desagradable pero tan digno como cualquier otro, pero no olvidemos que estamos en China, así que cuando la tipa coge y escurre la fregona EN EL LAVAMANOS, uno, por mas que lo intente, no puede evitar cagarse en la madre que los parió a todos y cada uno de ellos. AMEN.

Como ya se hacía tarde cogimos dos botellas de cerveza Harbin y pusimos el wiskicola dentro para llevárnoslo de vuelta al hotel o al siguiente garito. Decidimos ir hasta el Sugar, el garito de la noche anterior, pero estaba cerrado así que cogimos otro taxi y le dijimos que nos llevara a otro garito. Por el camino cantamos con el taxista que les gusta mucho y este en justa correspondencia por amenizarle el trayecto nos dejó en la disco con el peor aspecto que imaginar quepa. RUSSIAN CLUB JAZZ DISCO. ¡Bieeeeen!

Entramos (con el güisqui a escondidas) y eran casi todo rusos (ya lo decía el nombre) bastante teenagers y algunos chinos despistados.

Entablamos una amistad de por vida con unos chavalines rusos que estudiaban en la city, nos invitaron a chupitos dobles (hay que mezclarlos en la boca) y hablé un rato con una rusa feísima y gorda pero simpática que me estuvo contando las vicisitudes de vivir en Harbin. En resumen, FRIO, ABURRIMIENTO y SEXO.

Por si a caso la chica quería practicar lo último conmigo (cosa que yo, a pesar de ser un caballero y una persona muy atenta para con las necesidades de las mujeres, no tenia ningún interés en hacer) me escabullí como una rata hasta la barra donde casi se me para el corazón al enterarme que los copazos costaban solo un euro y medio.

Ante semejante ganga no pude más que pedirme uno.

Seguimos de chachara con los rusos y al rato decidimos que ja ni había prou y nos volvimos al hotel.

Por la mañana, con una resaca de dos pares de narices, fuimos a Sun Island a la exposición de esculturas de nieve y hielo, en un enorme y bonito parque al lado del río.

Cientos de esculturas blancas, paneles de nieve y hielo con grabados en relieve, edificaciones y más toboganes poblaban el parque mientras una tenue nevada cubría todo con su blanco manto.



A la salida alquilamos una mini furgo para que nos llevara al Tigre Park, a cenar, al hotel y de regalo (sin que nadie lo pidiera) el tipo subió a una china a la furgo que nos haría de guía y traductora (cuando 3 o 4 de la expedición hablan un chino más que suficiente), cosas de chinos.

La furgonetilla china tenía un sistema de calefacción bastante común en estos paramos helados, consistente en un tubo que atraviesa la carrocería desde el motor, expulsando calor e ingentes cantidades de monóxido de carbono dentro del coche. Bravo.



Mientras la nevada iba arreciando y el conductor luchaba por mantener el coche en la carretera, nosotros íbamos haciendo cabalas sobre qué nos encontraríamos en el Tiger Park, pues nos habían contado historias bastante salvajes sobre como los alimentan a base de animales vivos (gallinas, corderos y hasta vacas) para disfrute/horror del personal.



En este parque teóricamente se crían tigres y se les prepara para volver a vivir en su medio natural, pero la falta de dinero y la mentalidad un poco cafre de los chinos hace que esto sea bastante inviable. Si que se ha conseguido tener a unos 700 ejemplares de tigres, pero unos tigres un poco mal acostumbrados.

Al llegar al lugar, la chica compró las entradas (mas baratas) y nos enseñó la lista de precios de los animales vivos que podíamos lanzar a los tigres. La verdad es que hay que ser cafre, pero no pudimos resistir la tentación y compramos un pollo, o más bien, un vale para un pollo. (No es que fuéramos por ahí paseando un pollo vivo).

Junto a otros chinos nos subimos a un autocar tipo mad max, con las ruedas cubiertas por planchas de hierro, barrotes, un parachoques enorme etc. Al verlo me recordó a los autos locos esos que preparaban en el Equipo A durante medio capitulo para que luego durara medio minuto antes de chocar con algo, estallar en llamas, o directamente no servir para nada.
Yo solo esperaba que este durara un poco más.


Lo que siguió fue una suerte de recorrido tipo Jurasic Park por dentro de la reserva, solo que en vez de ver a los bichos a trabes de una verja, el autocar se metía justo en medio de esos increíblemente bellos, enormes e imponentes animales. Yo que lo mas parecido a un tigre que había visto en mi vida era un gato grande disfrazado en el Circo Raluy, me quedé de piedra al ver la enormidad de esos bichos y en la fuerza y elegancia que desprende cada uno de sus movimientos, sus ojos penetrantes e inteligentes, que parecen estar calculando la situación todo el rato. Autenticas máquinas de supervivencia con solo dos objetivos en esta vida: comer y reproducirse.



Decenas de tigres se paseaban al rededor del autocar y no podía evitar pensar en que pasaría si este se quedara clavado por la nieve, o sin gasolina, o se estropeara de cualquier forma; no era tranquilizador estar rodeado de semejantes bestias.

Al rato apareció una ranchera aún más mad max que nuestro autocar, se paró al lado de los tigres y una mano lanzó un pollo encima del techo del coche.

Durante unos instantes no pasó nada, todos nos quedamos en silencio mientras los tigres no hacían mucho caso del pollo que cacareaba totalmente aterrorizado y consciente de lo que le esperaba. Al rato uno de los tigres empezó a andar lentamente hasta que lo perdimos de vista al quedar escondido detrás del coche, mientras el pollo intentaba de todas las formas escapar de ahí, batiendo sus inútiles alas y cacareando cada vez mas fuerte. De golpe una cabeza enorme, con las fauces abiertas de par en par y unos dientes enormes y afilados asomó por encima del techo y embocó al pollo de una pieza, cerrando sus mandíbulas entorno del pobre animal, llevándose-lo unos metros y luego descuartizarlo con sus increíbles garras para momento seguido, dejarlo abandonado y moribundo en la nieve. Al parecer no tenían ni hambre, simplemente fue un instinto reflejo del tigre que hasta parecía aburrido. Amazing.

Seguimos nuestro recorrido por el parque, viendo a decenas de esos preciosos animales hasta que nos cruzamos con otro autobús repleto de chinos que parecían muy entretenidos mirando algo. Al parecer ellos, que son bastante mas cafres que nosotros y haciendo gala de su habitual sangre fría e importante insensibilidad, habían comprado una cabra que estaba siendo devorada por una jauría de tigres. Era espectacular verlos luchar por la presa, intentando arrebatarse la comida, embocándose, dándose zarpazos etc.

Seguimos nuestro camino y vimos más tigres, ligres (un cruce inventado por el hombre), tigresas, leones, panteras, etc, e incluso a dos tigres jugando al teto, hasta que bajamos del autocar para proseguir la visita a pié por unos pasadizos elevados. A medio camino de estos pasadizos había una mujer que vendía trozos de carne y pollos para tirarlos a los tigres.

La mujer, que como buena china no tenía ni un ápice de compasión en sus venas, agarraba a los maltrechos y asustados pollos y los frotaba por la valla de seguridad como aquel que ralla queso, para excitar a los tigres y sobretodo, a los turistas.

Finalmente uno que iba con nosotros no pudo resistir la tentación y compró un pollo por 4 euros. La tipa lo ató a un palo de la manera más rudimentaria que pudo y el tipo lo pasó por encima de la verja, a unos 4 metros del suelo. Cuando estaba preguntándome como llegarían hasta ahí los tigres, 3 de ellos aparecieron como una exhalación y treparon como si nada por un árbol cercano desde donde estirando las patas agarraron al pollo y se lo llevaron pitando. En ese momento decenas de tigres se volvieron locos corriendo de un lado a otro intentando hacerse con la presa, corriendo y pelándose por la nieve, rugiendo y dándose zarpazos, mordiéndose y empujándose. La naturaleza salvaje en su máxima expresión. (A través de la artificialidad claro).



Después de ver más tigres, cheetas y hasta un imponente tigre blanco, salimos del recinto y nos fuimos a comer algo y al hotel a recoger las cosas para ir al aeropuerto.

El vuelo tenía un poco de retraso así que me senté y me quedé dormido. Al rato, un pestilente pero familiar hedor empezó a embozar mis orificios nasales, apartándome de las calidas y suaves manos de Morfeo para lanzarme bruscamente a la cruda realidad.
Tapándome la nariz con las manos busqué como un loco el origen de esa pestilente emanación hasta que “Oh no, el horror”, descubrí la fuente de tamaña abominación olfativa. Un grupo de chinos HIJOSDESUSPUTAMADRES estaban comiendo salchichas de Harbin a escasos metros de mi persona, mordiendo esas hediondas porquerías sin ningún tipo de reparo y esparciendo la peste por todos los rincones del mundo, marchitando las flores y los bosques de todo el globo y arrojando a la humanidad entera a un abismo de inmundicia y detritus.

Me levanté y lanzando miradas de profundo y sincero odio a los devoradotes de escoria fui a sentarme a la otra punta del edificio, donde otro chino cabrón tenía música sonando en su móvil a toda castaña. Correcto.

Finalmente entramos en el avión, me acomodé en mi asiento y me quedé frito hasta que otro hedor, diferente pero igualmente repugnante invadió mis conductos respiratorios. No tardé ni un segundo en reconocer el olor, pues soy muy ducho en este tema en concreto. Sin duda alguna se trataba de un tremendo y magnifico ejemplar de PEDUS HORRIBILIS macho adulto. Le pregunté a Bryan y me dijo que no, así que deduje que provenía del chino que tenía al lado, al que ni había visto sentarse. Bueno, un pedito se lo puede tirar cualquiera, así que olvidé el asunto e intente dormirme otra vez.
Al minuto el hedor putrefacto volvió a asaltar mi placida existencia. Otro pedo. ¿Era mi vecino chino realmente tan cerdaco?

Tenía mis dudas sobre el tipo, pero enseguida reparé en un detalle que me hizo estar seguro al 80% de que el era el responsable de las nauseabundas emanaciones. En china el refrán “donde hay pelo hay alegría” se traduce como “donde hay pelo hay suerte”, así que cuanto mas pelo mejor. Esto lleva a que muchas mujeres luzcan unos mostachos y unos sobacos graciosísimos (por no decir repugnantes) y en el caso de los hombres, hace que algunos se dejen crecer los pelazos de las pecas durante toda la vida.

El tipo que tenía al lado, vestido pulcramente en un bonito traje hecho a medida, con unas gafas de pasta de marca y un peinado más que excelente, lucía unos pelos en una peca de la mejilla que le llegaban hasta los hombros. Así que deduje que alguien que es capaz de ir por la vida como si tuviera un mapache dentro de la boca a medio digerir, no tendría ningún reparo en pedorrearse en cualquier situación o lugar sin menoscabo de su orgullo o autoestima.

Me encontraba yo en medio de estas interesantes disertaciones cunado un pequeño levantamiento del cachete del hombre, un encogimiento de su barriga, un gruñidete y como no, el consiguiente hedor que invadió nuestro espacio vital, me dio la pista definitiva para desenmascarar al culpable de los crímenes y señalarle con un dedo acusador desde el altar de la justicia y la libertad. Así que con mi nivel de paciencia rondando el menos trescientos millones, le di un golpe al tipo y le dije ¡STOP! Mientras hacia el gesto internacional de la peste (acordado en Bruselas en un pleno extraordinario de 1864) y poniendo cara de muy mala hostia.

El tipo me miró entre sorprendido e indignado, se levantó y se fue.

No se si se pasó el resto del vuelo en el baño, de pié, o tirándose pedos con el capitán, pero yo dormí el resto del viaje la mar de ancho y cómodo.

The End!

3 comentarios:

Keko dijo...

JUAS!!! casi me muero de la risa con la historia del chino pedorretas... Yo no se si me habria atrevido a decirle algo, pero imaginarte con la mano en la nariz y diciendole que apestaba me ha echo partirme...

Saludos y xi nian kuai le.

Anónimo dijo...

jjajajajajjajajaja!!!!!!!
mapache a medio comer....
bravo!

Shopgirls Shanghai dijo...

CUTE :-)